¿El Principal Enemigo De Tu Progreso Eres Tú Mismo(a)? Aquí Una Guía Para Matar Al Enemigo

¡Neuronas para tu Finde!

Sabiduría científica para inspirar y crecer tu mente. Porque sólo cuando crece tu Mente, crece tu Empresa.

 

No. La respuesta es no es así. Muchos súper pensadores modernos se la pasan por ahí diciendo que sí, que tu mente es tu enemigo número uno y a la que debes combatir para poder modificar tus pensamientos, tu conducta y, finalmente tus hábitos. Pero resulta que, aun cuando sí eres el directo responsable de la vida que tienes, es un garrafal error asumir que tienes a un enemigo dentro de ti. En resumidas cuentas:

  1. Sí, tu progreso depende de ti mismo y no del Gobierno o el Espíritu Santo.
  2. Es un error pensar que la mente de uno es un tercero que hay que ver como un enemigo porque te predispone a una actitud de defensa y ataque.

Y es en ese punto 2 donde está el meollo del asunto. Cuando catalogamos de “enemigo” a algo o a alguien, de inmediato asumimos una actitud de defensa, prevención y ataque, lo que trae una serie de consecuencias conflictivas y potencialmente desastrosas. Al ver a tu mente como a un enemigo, te exiges tener que demandar casi con rabia, tener que pelearle, tener que batallarle para contradecirle, para corregirle, para ganarle la partida. Y el problema de eso es que cansa, desgasta y termina aburriendo. El resultado es estrés y poca probabilidad de cambio de hábitos duraderos. Seguramente al principio consigas cambiar cosas de tu vida, pero debido a que ha sido a punta de fuerza y lucha, terminarán dando su brazo a torcer.

El enfoque debe ser al revés. Debes hacer las paces contigo misma, perdonarte, aceptar lo que has sido, comprender por qué has hecho lo que has hecho en el pasado, y entonces ahí sí podrás estar dispuesta a avanzar de una nueva manera de la mano de esa rica amiga que tienes dentro de ti y que no es nadie más sino tú misma. El problema es que no es un proceso sencillo porque el avanzar de la mano de la mente amiga es un proceso profundo. Incluso doloroso en ocasiones. Pero no por eso es imposible. A continuación te ofrezco el proceso simplificado:

1. Haz las paces contigo mismo(a). Perdónate comprendiendo el origen de las conductas reprochables. Cuando comprendemos las razones de fondo, perdonamos. Para este ejercicio, debes tratarte con amor y piedad; es útil imaginarte como un niño de 8 años; a los niños siempre les hablamos con amor y piedad.

2. Mira todas tus conductas positivas y apláudelas. Si crees que no son tantas, piensa en qué diría tu mamá o tu mejor amigo. ¡Seguro que ellos ven más que tú! 

  1. Agradece por todo eso que has hecho y por todo lo que hoy tienes. Y si lo dudas, pues no lo hagas porque todos en realidad tenemos cien bendiciones que solemos ignorar porque se nos volvieron “paisaje”. Practica esto a diario. Todos tenemos cosas increíbles que hemos hecho y tenerlas frescas en la mente son un motor de vida. 
  1. Determina con claridad lo que quieres ser y, sobre todo, POR QUÉ. Este puede ser el punto que más cueste trabajo, pero es primordial porque sólo cuando tengas claridad de lo que quieres ser y atado a un ‘por qué’ que te haga feliz, es que podrás avanzar en paz. Cuando tengas esa claridad lo sentirás en el estómago. Él te lo dirá. Después de que te lo diga, sólo en ese momento es que podrás decidirte a conseguirlo sin importar la tormenta que venga. Antes no. Sin esta claridad, tu mente seguirá dándote la pela.
  1. Déjate claro cómo conseguirás lo que quieres; establece un sistema de operación. Ya que sabes qué quieres y por qué, ahora establece cómo lo conseguirás. Es aquí donde vienen los acuerdos propios. Los compromisos. Y es aquí donde se producirá una leve tensión en tu cabeza porque debes establecer pequeños objetivos diarios y crear las condiciones en tu vida para que sea divertido y rico trabajar por ellos con el fin de alcanzarlos día a día. Día a día. ¡Día a día! Debes prometerte que todos los días trabajarás por ellos para cumplirlos. Todos los días, así sea quince minutos y aunque hayas establecido que trabajarías en ellos diez horas. De manera que todos los días lo harás, porque esa es la manera de gestar el hábito. Y el día en que no puedas… pues no pasa nada. No te vas a ir a la guerra con tu mente. Como buenos socios que se confían la vida, sabes que ese día si no pudiste hacerlo fue porque realmente era muy complicado; por algo de fuerza mayor. Y en caso que no, que no haya sido por algo tan de fuerza mayor, lo asumirás y sabrás que la próxima vez deberás ser menos laxo porque tu gran sueño lo merece. No por la obligación. No. Sino por tu sueño, por el ‘por qué’ de lo que quieres ser. Al día siguiente te levantas y comienzas de nuevo.

 Y esa es la fórmula simplificada para que tu mente sea tu socia, tu aliada, tu amiga, porque sólo de esa actitud amorosa es que pueden surgir las cosas positivas. No de la beligerancia. Así que no luches con tu mente. Es desgastante e inoficioso. Más bien reconcíliate con lo que hasta ahora has sido, comprende por qué has sido lo que has sido, pasa la página para establecer un nuevo propósito que te empuje día a día, y determina todo un sistema de trabajo que te impulse a establecer el hábito de luchar por lo que te has propuesto.

¡Buen Finde… y ¡con toda!