¿Retroceder Nunca, Rendirse Jamás? ¡Espera! Lee Esto Antes De Inmolarte

¡Neuronas para tu Finde!

Sabiduría científica para inspirar y crecer tu mente. Porque sólo cuando crece tu Mente, crece tu Empresa.

 

Mira este experimento que hice hace poco en un grupo de Facebook en el que están suscritos miles de empresarios y emprendedores de Estados Unidos.

¿Cuándo es el mejor momento para renunciar?

Pregunta

De 48 comentarios que recibió la publicación, así los clasifiqué:

  • El 59% indicó que nunca se debe renunciar jamás o no es algo bueno.
  • El 32% indicó que sí es posible, es bueno, o deja la puerta abierta para ello.
  • El 9% de los comentarios no están bien definidos.

Aunque una tercera parte considera válido renunciar, lo cierto es que la mayoría de nuestra sociedad ve el renunciar como una “pérdida”, como una debilidad, como una “traición” al compromiso adquirido. A decir verdad, lingüísticamente, se deduce que el renunciar lo asociamos con personas perdedoras, con falta de compromiso, con liviandad, ligereza, pereza, falta de berraquera, con carencia de foco, y hasta con desorientación. Consideramos que las personas decididas que ven con claridad su vida, nunca renuncian. De hecho, preferimos contratar a los empleados que suelen durar varios años en sus trabajos porque son más “estables” y nos obligamos a leer libros hasta la última hoja aunque nos derritan del aburrimiento. Claudicar es perder, básicamente.

De hecho, las historias que han formado nuestra civilización están llenas de héroes persistentes, de guerreros que aniquilan a su oponente en el último aliento, y nos fascinamos con las historias de deportistas que ganan carreras con el pie roto, la cara sangrante o al borde de un desmayo. Un héroe jamás renuncia.

Y tiene lógica:

  • ¿Cómo podría haber héroes sin que hayan persistido más allá de los límites normales?
  • ¿Cómo podría haber existido un Mozart que no hubiera practicado más de 20,000 horas en un piano y componiendo?
  • ¿Cómo puede haber un Ronaldo si no entrena el doble que sus compañeros?

Este es pues, uno de los dilemas más escurridizos y (para mi) más apasionantes de la vida misma porque, así como los héroes no pueden ser héroes sin la más aguda persistencia y resiliencia, resulta también cierto que el cementerio está lleno de héroes.

 

LA HISTORIA DE ANDRÉS Y JUAN
Andrés Gutiérrez, un gran emprendedor que conozco y con el que he tenido varias charlas, me contó que en sus inicios en esto de las startups tecnológicas, había creado con su socio una lista con las ideas que a ambos les llamaba la atención y que sentían tenían el potencial de ser construidas para ser ganadoras. ¿Por dónde empezar?

Un día decidieron tomar la primera en la lista para construir la página web y el negocio. Querían re-inventar los anticuados directorios telefónicos por medio de tecnología. Le trabajaron duro a su nueva empresa, pero después de muchos meses empezaron a darse cuenta que no era fácil, que las tasas de crecimiento eran tímidas a pesar de que habían algunas compañías de peso pesado que estaban interesadas en aliarse con ellos. Aunque ese hecho les inflaba la ilusión, pasaba el tiempo y el crecimiento no reventaba como lo esperaban.

¿Qué hacer?

  • ¿Retroceder nunca, rendirse jamás?
  • ¿Pivotear?
  • ¿Será que no estaban tratando con la suficiente fuerza y con la estrategia adecuada?
  • ¿Si se retiran podrían perder la oportunidad de sus vidas?

Pues Andrés y su socio Juan decidieron que pasarían a la segunda idea de la lista. Se metieron de cabeza en ella y crearon la app. La llamaron Tappsi. Y el resto es historia… una historia que de todos modos vale la pena pincelar indicando que fue una app que tuvo más de 4 millones de descargas y en 2015 se fusionó con Easy Taxi. Terminaron reconocidos por varios años como los emprendedores más ejemplares de Colombia. En resumidas cuentas: a Andrés y a Juan les funcionó enormemente haber claudicado con su primera compañía.

Hace poco escribí un artículo en el que conté cómo el fracaso en realidad no existe y casi siempre, o siempre, será posible encontrar la forma de hacer que las ideas despeguen. Aunque eso es cierto y creo firmemente en ello, hay un pequeño interrogante con el que nos deja la vida: ¿era mejor haber perseverado o haber intentado algo distinto? Es muy posible que jamás se conozca la respuesta, claro, pero lo cierto es que las decisiones difíciles deben adoptarse, abrazarse y besarse hasta……. ¿cuándo?

¡Demonios!

 

LA HISTORIA DE STEWART BUTTERFIELD
En 2008, Stewart Butterfield co-fundó una startup para construir un juego en línea masivo de rol llamado Glitch. Gracias a su década de éxito en diversas empresas en internet y un equipo central experimentado, recaudaron $17.5 millones de inversores de primera categoría. El 27 de septiembre de 2011, lanzaron públicamente el juego. Lucía increíble y tenía una historia vívidamente imaginada, descrita por fanáticos y críticos como “Monty Python se encuentra con el Dr. Seuss”.

Para noviembre de 2012, Glitch tenía una comunidad dedicada de 5,000 usuarios fanáticos que pagaban una tarifa mensual y jugaban al menos 20 horas a la semana. ¿¿¿Quién demonios no se sentiría feliz con 5,000 clientes pagando una mensualidad y haber recaudado más de 17 millones de dólares??? ¿Quién?

Bueno pues, ese era Butterfield, quien se dio cuenta de un problema: estos jugadores representaban menos del 5% de los más de 100,000 usuarios que se inscribieron para probar el juego de forma gratuita. El otro 95% jugó menos de siete minutos y nunca regresó. ¿Era marketing?

Ok, pues el equipo lanzó un nuevo y agresivo plan de marketing para que más personas probaran el juego de forma gratuita. ¡Pumm! Tuvo resultados positivos inmediatos. Durante el fin de semana del 10 al 11 de noviembre, consiguieron 10,000 nuevos usuarios que probaron el juego. Los usuarios activos diarios habían estado creciendo más del 7% por semana. El número de jugadores súper fanático había estado creciendo más del 6% por semana. Sin embargo, la noche del domingo, Stewart Butterfield se encontró estresado e incapaz de dormir. A la mañana siguiente, envió un correo electrónico a sus inversores que comenzaba con: “Me desperté esta mañana con la certeza de que Glitch ha terminado.”

¿Qué? Stewart, ¿pero las cosas no iban bien, hermano? Pues, de hecho, parecían ir más que bien. Glitch acababa de experimentar su mayor crecimiento, aún estaban bien capitalizados (con $6 millones en el banco)… pero aquí estaba Butterfield, diciéndoles que se iba y ofreciendo devolver el capital restante a sus inversores.

¿Por qué Stewart Butterfield cerraba Glitch cuando todas las noticias parecían tan positivas? La razón es porque estaba pensando en el valor esperado a futuro, tomando la decisión basada en si Glitch sería rentable a largo plazo. La matemática simplemente no le funcionaba: Glitch tendría que mantener su crecimiento semanal durante otros ocho meses solo para alcanzar el punto de equilibrio. Eso era poco probable, especialmente porque los usuarios más recientes habían costado más adquirirlos y tenían una calidad inferior. Peor aún, con el tiempo, los anuncios pagados llegarían cada vez a más jugadores que ya habían probado y abandonado Glitch. A medida que los anuncios saturaban a la audiencia principal de jugadores, su potencial para nuevos usuarios dependería de personas con poco conocimiento o interés en los juegos en línea. Para tener éxito financiero, eventualmente necesitarían cientos de miles de clientes pagos, lo que significaría que decenas de millones probarían el juego. Butterfield había echado números y había concluido que el caso era utópico.

¿QUÉ PASÓ CON GLITCH Y BUTTERFIELD? ANNIE DUKE NOS LO CUENTA
Esta historia aparece en el libro “Renunciar: El Poder de Saber Cuándo Retirarse”, escrito por la jugadora profesional de póker y científica de decisiones, Annie Duke, quien argumenta que, en muchos casos, aferrarnos a nuestras metas, ya sean objetivos profesionales, aspiraciones personales o proyectos hogareños, en realidad nos detiene.

La historia de Butterfield puede parecer un final infeliz, pero renunciar de manera efectiva, cuando el contexto lo amerita, debería ser la definición de un final feliz. Lo que ocurre es que es difícil para nosotros verlo de esa manera porque procesamos el acto de renunciar como un fracaso.

Explica Duke: “Stewart Butterfield vio que tenía una mano perdedora y decidió retirarse antes de que Tiny Speck (el nombre real de la compañía) agotara su capital restante. Previno que la compañía derrochara $6 millones de dólares más en una inversión deficiente, liberando ese dinero para invertir en otras cosas que tendrían más probabilidades de ganar. También evitó que los empleados de Tiny Speck quedaran atrapados en un negocio fallido, trabajando por poco dinero.”

Cuando Stewart Butterfield dejó atrás Glitch, se liberó para desarrollar otro producto. Lo hizo de inmediato, explorando el potencial de convertir el sistema de comunicación interna del equipo de desarrollo de Glitch en una herramienta de productividad independiente. En dos días, el equipo ya estaba trabajando en esta nueva herramienta y todos lo adoraron, incluso los inversores que decidieron destinar su capital a este nuevo producto. Ni siquiera tenía nombre, pero Butterfield inventó uno de inmediato basado en el acrónimo “Registro Buscable de Todas las Conversaciones y Conocimiento”. Se hizo Slack.

En agosto de 2013, Slack anunció su lanzamiento. En junio de 2019, Slack se hizo público. En diciembre de 2020, Salesforce acordó comprar Slack en efectivo, acciones y asunción de deuda, en un trato valorado en $27.7 mil millones de dólares.

Aunque Slack estaba justo delante de las narices de Butterfield todo el tiempo, tuvo que cerrar Glitch para comenzar a perseguir la nueva oportunidad. Por supuesto, la mayoría de las personas en la posición de Butterfield no haría lo que él hizo. Y esto es lo que lo hace un individuo tan notable. A pesar de todo lo que impulsaría a un mero mortal a seguir adelante, sus años de compromiso con el proyecto, los alentadores resultados recientes, sus co-fundadores e inversores que querían continuar, el dolor que sintió al tener que cumplir con esta decisión y lo que eso significaba para sus empleados, pudo renunciar.

El Problema Fundamental de Renunciar
La historia de Glitch y Stewart Butterfield destaca uno de los problemas fundamentales de renunciar: renunciar a tiempo generalmente se sentirá como si fuera demasiado temprano. Eso se debe a que renunciar es un problema de ser capaz de vislumbrar las posibles formas en que el futuro podría desarrollarse y ver que la probabilidad de que las cosas salgan mal es demasiado alta como para que valga la pena continuar.

Y entonces, aquí lo hermoso: Renunciar es un problema de pronóstico y eso significa que generalmente nada particularmente grave sucederá en el momento en que sea apropiado retirarse.

Uno de los más grandes aprendizajes es que renunciar en el momento adecuado te lleva más rápido a donde quieres llegar. Si persistes en un camino que muestra y vuelve y muestra que ya no vale la pena seguir, ya sea un trabajo, una inversión o una estrategia empresarial, ahí es cuando pierdes terreno. Siempre que te enredes en un empeño fallido, estás ralentizando tu avance. Siempre que te aferres a algo cuando hay mejores oportunidades, estarás ralentizando tu progreso.

PERO ¿CÓMO SABER SI HAY ALGO MEJOR? USA LOS CRITERIOS DE RENUNCIA
Tiene sentido que sea inteligente renunciar cuando perseverar podría ser una opción peligrosa. ¿Pero por qué y cuándo es útil renunciar?

Duke nos presenta algo que llama ‘criterios de renuncia’. Dice que lo mejor es no confiar en renunciar en el momento en que primero se considere. Sugiere preguntarse a priori cuáles son las señales que podrías ver en el futuro que te indicarán que es hora de renunciar. Por ejemplo, si participas en una maratón, podrías comprometerte de antemano a que si el puesto médico te aconseja en cualquier momento que debes renunciar, entonces lo harás. O si en tu trabajo estás infeliz, pregúntate cuánto tiempo estas dispuesto a estarlo. ¿3 meses? ¿6? Luego piensa en cuáles son las señales que te indicarían que las cosas van bien y cuáles las que van mal. Cuando se cumpla el criterio, cúmplelo.

Indica Duke que es aún más útil combinar los criterios de abandono con un buen entrenador de renuncias. Ese entrenador podría ser un buen amigo, un mentor o un terapeuta. El punto es que esta persona debe tener en cuenta tus intereses a largo plazo en mente, y debe siempre decirte lo que cree que es mejor para ti a largo plazo, incluso aunque sienta que puede herir tus sentimientos.

De tal manera que estos criterios a priori nos resuelven en gran medida el dilema. Ya sabes, cada meta que te pongas necesitará un buen “a menos que” o “hasta que pase X cosa”. Acciones como “voy a escalar el Monte Everest a menos que no llegue a la cima antes de la 1 p.m,” o “voy a avanzar en mi emprendimiento a menos que al finalizar el primer año no tenga cómo pagar una oficina.”

Porque, como dice Duke: “tenemos que recordar cuál es la verdadera meta. La meta no es llegar a la cima del Everest. La meta es regresar al final con vida para que puedas escalar más montañas en el futuro.”

Y sí. Al fin y al cabo, la lucha es un producto perecedero.

 

¡Con toda!