LA GUERRA DEL FÚTBOL

Una perspectiva antropológica del fútbol hecha por Beatriz Vélez (una reconocida antropóloga), nos ofrece una elocuente y rica forma de comprender los rituales que como seres humanos y consumidores realizamos. Además de, para comprender en sí la razón de ser del fútbol, este breve artículo nos ayuda a comprender en realidad, cómo debemos aproximarnos y analizar los rituales de la vida; sin duda, una perspectiva enriquecedora para cualquier investigación de mercados.

El libro de Beatriz (Fútbol desde la tribuna) cuenta con algunas perlas antropológicas muy interesantes; por ejemplo, el tema del pie y la mano. Se muestra que, dada la condición humana, siempre se han entendido el pie y la mano como partes antagónicas del cuerpo. La mano se relaciona con el lado racional de la vida y el pie con lo irracional; escuchamos la frase de “me levanté con el pie izquierdo” y nunca con la “mano”, justamente por ese significado. El pie entonces se relaciona con lo tosco y lo bárbaro. Pero lo interesante es que el fútbol revierte eso porque es el pie el que se constituye en el elemento que en él “adquiere la presteza, la movilidad, la fineza, el arte de la racionalidad”… como bien lo describe la revista colombiana de sociología en su edición Enero – Junio de 2013. Es el pie el que hace al fútbol bonito, el que crea el arte y la pasión: paradójicamente es esto lo que más llama la atención porque revierte la tendencia histórica del ser humano: hacer que el protagonista sea la mano (en las artes siempre ha sido la mano por medio de la escultura, pintura, escritura, etc…). Y como el fútbol hace que el ogro sea el rey, este deporte se convierte en casi una divinidad, porque logra lo que los seres humanos por ADN y por propósito cultural siempre buscamos y no siempre conseguimos: hacer posible lo imposible.

Es el arquero quien rompe el molde porque puede utilizar sus manos; según afirma Beatriz, es el único jugador que adquiere la figura femenina en el equipo, y a su vez se relaciona con la figura materna porque protege la portería y con ello al equipo. Es el “cuidador”, rol claro entre las madres y las mujeres en general. Pero, además, todo cobra aún más sentido cuando se comprende que el arco también representa lo femenino. Dice la revista de sociología: “El pie, al introducir el balón en el arco, simula la cópula que deviene en el máximo orgasmo del fútbol, que es el gol. A su vez, establece otra analogía en la que el estadio simula lo femenino al ser un espacio uteromimético, en el cual se congrega la fratría (clanes) masculina para darse identidad de género, por eso la importancia del valor de la virilidad en el fútbol, la mayoría de los insultos son expelidos con relación a lo femenino, cuando no con lo masculino afeminado”. Y efectivamente vemos que al árbitro o a jugadores, se le gritan improperios que pretenden exaltar la falta de virilidad: “Métele pelotas”; “Juega mejor mi mamá”; “Esto no es para señoritas”.

Además, las celebraciones de gol son claras representaciones del ADN viril. Si se observa con cuidado, quien hace gol suele apretar y exponer los dientes (o sus dotes físicos -como Cristiano Ronaldo-), como símbolo de logro y fuerza sobre el enemigo, expresión análoga en muchos de los mamíferos / primates cuando se defienden o luchan como machos alfa.

Algo muy cierto también que anota la autora, tiene que ver con que, los hombres siempre tendremos la necesidad de demostrar nuestra virilidad, pero como estos tiempos modernos reprimen cualquier forma de violencia bruta y sin medidas, la mejor forma de exteriorizarla y venderla, es a través de un ritual agresivo con reglas; y eso es el fútbol.

Sin duda, Beatriz Vélez abre los ojos y valida las técnicas antropológicas y psicoanalíticas, que bien recurren a simbolismos traídos del inconsciente, para analizar rituales; así, las empresas de investigación podremos descubrir insights mucho más ricos y profundos que funcionen como estrategia para muchas marcas y productos. Pero más allá de eso, esta forma de ver a este deporte nos enseña muchas maneras de configurar rituales de uso de productos, con el fin de hacerlos tan irresistibles, como la moderna guerra del fútbol.